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Ya explicamos en el capítulo anterior que cuando queremos tomar fotos de noche hay dos posiblidades: o subimos el ISO o montamos la cámara en trípode y hacemos una fotografía de larga exposición. En el caítulo de hoy te vamos a explicar cómo llevar a cabo esta interesante técnica.
Una máxima de la a fotografía nocturna dice que, aunque hayas planificado perfectamente la sesión, todo lo que pueda fallar, fallará. Una norma que, lamentablemente, se cumple con demasiada frecuencia. Por eso conviene preparar todo muy bien para que las posibilidades de fallo se reduzcan. La práctica continuada también ayudará a evitarlo.
A veces se nos olvida la perogrullada del ladillo. Esa realidad implica la dificultad de tomar fotos de noche. Porque, no sólo no vemos nosotros, sino que tampoco ve la cámara. Por eso, a ella le costará más trabajo enfocar y a nosotros encuadrar y realizar la foto que queremos.
Por ese motivo tenemos que llevar todo muy preparado. Incluyendo el manejo total del equipo. En casi todas las salidas nocturnas nos hemos encontrado personas que no conocían su equipo: o ignoraban como desplegar el trípode o como conectar la cámara con el mando a distancia o, incluso, como pasar el foco a modo manual. Por eso, resulta muy conveniente que, en tu casa, y con luz suficiente, simules la sesión. Es decir: monta la cámara en el trípode, configura el disparador y aprende a situar el foco en posición manual para que cuando llegues a la noche sepas actuar sin luz.
Si no sabes manejar el equipo a plena luz, sin luz las dificultades se multiplican.
Nuestro equipo habitual debe crecer con un buen trípode y un disparador a distancia –cable, infrarrojos o Wi-Fi–. Necesitaremos, además, una linterna –del tipo frontal preferentemente–, así como guantes y ropa de abrigo si salimos en invierno.
Recuerda que el trípode tiene como misión estabilizar la cámara, por eso a la hora de elegirlo hay que asegurarse de que aguantará bien el peso de nuestro equipo y de que no se tambaleará con facilidad. Te recomendamos que, si no tienes suficiente presupuesto para un trípode bueno, ahorres hasta conseguirlo, pues con uno flojo, al final, tendrás que hacer doble gasto. No descartes segunda mano o tiendas de liquidación.
Debemos empezar por la planificación. Decidir el lugar donde queremos realizar la sesión y comprobar la contaminación lumínica que hay en ese lugar para ver de qué manera nos puede afectar. Los paisajes funcionan muy bien, pero también las ruinas, vehículos abandonados y, en general cualquier elemento que pueda ocupar protagonismo en la foto.
Durante las exposiciones largas la cámara consume mucha energía así que carga las baterías antes y lleva repuesto. A lo largo de una sesión nocturna difícilmente te dará tiempo a tomar más de un pequeño puñado de fotos. Aún así, lleva suficiente espacio libre en las tarjetas de memoria. No querrás quedarte sin hacer fotos después de haberte desplazado hasta el lugar.
Al tener el obturador abierto durante mucho tiempo, el sensor se va a calentar y, aunque estés utilizando ISO baja, puede aparecer ruido eléctrico en la foto. Para evitarlo, casi todas las cámaras cuentan con una opción denominada «reducción de ruido en las exposiciones largas». No obstante, has de saber que el tiempo que emplea la cámara en reducir este ruido equivale, aproximadamente, al que has tardado en realizar la toma. Es decir, si has expuesto durante trescientos segundos, tardará otros tantos, más o menos, en limpiar la foto.
Activar o desactivar esta opción tiene sus pros y sus contras. Por eso la decisión final depende de cada usuario. Sin embargo, para las primeras excursiones nocturnas, nos atrevemos a recomendarte que lo desactives para que no te aburras esperando a ver el resultado final. Cuando domines la técnica, toma la decisión que estimes más oportuna.
Como en toda fotografía, antes de nada debemos pensar el encuadre que queremos. Casi todas las personas toman fotos de larga exposición nocturna a paisajes o edificios abandonados, pero se puede fotografiar cualquier cosa que nos inspire.
Aunque, en teoría, podemos usar cualquier objetivo, los angulares ofrecen resultados más espectaculares y nos garantizan más profundidad de campo.
El primer obstáculo al vamos a enfrentarnos será la dificultad o imposibilidad para enfocar. Aunque las cámaras modernas son capaces de ver con mucha menos luz que hace unos años, enfocar de noche sigue suponiendo un problema.
Podemos solucionarlo de varias maneras. La más sencilla, iluminando con una linterna al elemento que queremos fotografiar. De esta manera la cámara encontrará luz suficiente para trabajar en modo automático y calcular la distancia de enfoque. Una vez que lo hayamos logrado, habrá que cambiar de AF a MF para evitar que el autofoco intente enfocar de nuevo cuando vayamos a tomar la foto.
Si no podemos iluminar al sujeto que queremos fotografiar, debemos calcular el punto hiperfocal. Recuerda que este dato depende de la distancia focal, la distancia al sujeto, el diafragma y el tamaño del sensor y que, aunque existen fórmulas para calcularlo, resulta mucho más práctico utilizar alguna de las muchas aplicaciones disponibles para dispositivos móviles.
Esta calculadora te dará un valor que debes trasladar a tu óptica. Sin embargo, en muchos objetivos modernos no se pude elegir la distancia de enfoque. Se puede solucionar situando algo a la distancia en que se encuentra este punto y enfocando a eso. Una vez que tenemos nuestra óptica enfocando al punto hiperfocal, si no movemos el aro de enfoque, en teoría, podríamos tomar fotos durante toda la noche a escenas con distancias similares sin necesidad de volver a enfocar.
Las cámaras sin espejo ayudan bastante en toda esta tarea pues disponen de ayudas al enfoque manual. También muestran en la pantalla la distancia a la que se está enfocando, de tal manera que podríamos ahorrarnos el último paso.
Ten en cuenta que si utilizas distancias focales cortas y diafragmas intermedios o cerrados, se amplían considerablemente las posibilidades de que todo salga enfocado; especialmente si fotografías paisajes.
Una vez que hemos logrado enfocar, tenemos que calcular la exposición. El fotómetro de la cámara no va a ofrecernos este valor porque no puede calcular tiempos de exposición superiores a treinta segundos –sesenta en algunas marcas–.
Por lo tanto tendremos que realizar una foto de prueba. Esta foto de prueba servirá, además, para verificar el foco y comprobar que nos gusta el encuadre. Piensa que si la foto definitiva va a estar exponiéndose durante cinco, diez o quince minutos y al final tiene algún error, has perdido el tiempo. La foto de prueba se realiza con un ISO elevado, por lo que no lleva más que unos segundos.
Partiremos de un valor fijo de diafragma; normalmente valores intermedios. Es decir, f/8 o f/11 porque nos garantizan suficiente profundidad de campo, ya no tenemos el viñeteo que suele aparecer con diafragmas abiertos y aún no aparece la difracción. Obviamente, este valor se puede cambiar en función de las necesidades o gustos de quien toma la foto.
Para la foto de prueba utilizaremos un ISO muy elevado. No importa que aparezca ruido, pues se trata únicamente de calcular la exposición y comprobar los resultados.
Fijados estos dos valores, sólo nos queda obtener el tiempo de exposición, que conoceremos cuando midamos la luz con el fotómetro incorporado de la cámara.
En fotografía nocturna hay quien prefiere fotos oscuras, puesto que estamos fotografiando de noche, y quien las prefiere como si fuese de día. Al final, como en toda creación, debe prevalecer el criterio de quien toma la fotografía. Hay quien piensa que no tiene sentido hacer fotos de noche para que parezca de día. Nada que objetar si es su gusto, pero piensa que con una larga exposición captas el movimiento de las nubes, del agua, de los árboles y, en consecuencia, una textura especial, además de una luminosidad mágica.
Realizada la foto de prueba, comprobamos los resultados. Si detectamos algún fallo, repetiremos la prueba hasta que queda a nuestro gusto. Cuando lo hemos conseguido, queda calcular el tiempo de exposición definitivo.
Para averiguarlo, recuerda la ley de reciprocidad: cada paso de ISO corresponde al doble o la mitad de cada paso de tiempo. Es decir, considerando un valor de diafragma fijo, la exposición a 1/125 ISO 200 equivaldría a 1/60 ISO 100.
Teniendo esto en cuenta, el tiempo de exposición definitivo podría establecerse a partir de la foto de prueba aplicando la siguiente fórmula:
Conviene utilizar siempre el ISO más bajo posible para reducir el ruido por ISO elevado. No obstante, si queremos reudir el tiempo de exposición total y dado que las cámaras actuales ofrecen una relación señal/ruido muy favorable, no habría inconveniente en utilizar ISO 200 o incluso 400. De esta manera también evitamos el calentamiento del sensor por larga exposición que, no lo olvidemos, también genera ruido.
Si los números se nos dan mal y no queremos calcular fórmulas en plena noche en mitad del campo, se puede recurrir al fácil truco de contar los pasos. Veamoslo con un ejemplo:
Si hemos tomado la foto de prueba a ISO 6.400 y nos ha dado un tiempo de 1’’, contamos: 3.200, 1 paso; 1.600, 2 pasos; 800, 3 pasos; 400, 4 pasos; 200, 5 pasos; 100, 6 pasos. Ahora, la cuenta inversa con el tiempo: 2’’, 1 paso; 4’’, 2 pasos; 8’’, 3 pasos; 16’’, 4 pasos; 32’’, 5 pasos y 64’’, 6 pasos.
Es decir, la foto definitiva habría que tomarla con ISO 100 durante 64’’. Esta cuenta, aunque rudimentaria, resulta sencilla y no falla.
La luz ambiente o contaminación lumínica influirá mucho en el resultado de nuestra fotografía. Ésta puede provenir directamente de una población cercana, del reflejo en las nubes de ésta o por la luz de la luna.
La calidad e intensidad de cada una de estas fuentes determinará la composición, la exposición y la temperatura de color de nuestra toma.
Interesa recordar las normas de composición que rigen para la fotografía convencional: equilibrio, reparto de pesos, formas, líneas, etc… si bien la escasez de luz dificulta la aplicación de estas reglas y conviene simplificar los encuadres.
Hay que tener cuidado al incluir la luna en el encuadre. Al alargar la exposición puede aparecer deformada. El tiempo máximo que podemos exponer a la luna sin que se deforme dependerá de la fase y altura a que se encuentre, pero, por lo general, conviene no pasar de treinta segundos. Además la luna emite mucha luz, por lo que una exposición larga la quemará irremediablemente.
Del mismo modo, si queremos incluir personas, los tiempos necesariamente han de reducirse porque, de lo contrario aparecerán movidas.
Los escenarios que fotografiamos durante la noche suelen recibir iluminación procedente de diversas fuentes lumínicas. Esto puede provocar dominantes de color indeseadas. De hecho, elegir la temperatura de color correcta supone una decisión difícil que dependerá de cuál sea la fuente principal. Conviene tenerlo en cuenta para ajustar el ajuste de blancos correcto en cámara o ajustarlo posteriormente durante el procesado RAW.