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Aunque casi todos los equipos fotográficos actuales incluyen sistemas de enfoque automático, corresponde al fotógrafo elegir qué punto dentro de la escena quiere que aparezca nítido. En este capítulo vamos a aprender cómo enfocar.
Elegir un punto de enfoque u otro puede dar como resultado dos imágenes completamente diferentes. Del mismo modo, una fotografía desenfocada puede dar al traste con todo el trabajo realizado. Por eso conviene prestar atención a este aspecto.
Cuando enfocamos, establecemos la distancia a la que se encuentra el sujeto que vamos a fotografiar. Para ello contamos con varias opciones: La primera de ellas, decidir si la tarea de enfoque se realizará de manera manual o automática. La mayoría de objetivos cuentan con un interruptor que cambia de un modo a otro con facilidad aunque en algunas cámaras esta opción se encuentra en el menú correspondiente de la cámara.
En el caso de optar por el enfoque manual, la tarea se reduce a girar el anillo de foco hasta lograr que el sujeto que deseamos aparezca nítido en el visor. Este trabajo puede resultar más o menos difícil dependiendo de nuestra agudeza visual y de la cámara. Los modelos analógicos suelen incluir pantallas de enfoque que facilitan la tarea. Las cámaras réflex digitales —pensadas para utilizar el enfoque automático— carecen de estas ayudas y, por tanto, la operación se puede complicar. Al tiempo, las cámaras sin espejo incluyen diversos modos de ayuda al enfoque manual.
Salvo circunstancias muy concretas, lo normal será utilizar el enfoque automático. Los fabricantes ponen mucho empeño en lograr que este sistema funcione cada vez mejor y más rápido. Así, observando la evolución del mercado, podemos comprobar que en este apartado se producen constantemente mejoras. Los sistemas que los diferentes equipos utilizan para lograr enfocar con nitidez pueden ser tres:
Utilizado por la mayoría de los equipos réflex, se basa en el principio de que cuando un punto está enfocado, los rayos de luz que emite iluminan igual los lados opuestos de la lente. Entonces se dice que la luz «está en fase». Si el enfoque queda delante o detrás del punto en cuestión, los rayos de luz llegan en diferentes posiciones, «fuera de fase». El sensor de enfoque automático produce una señal que muestra dónde inciden los rayos de luz procedentes de los extremos opuestos de la lente. Para que la imagen quede enfocada esos rayos deben incidir con una separación concreta entre sí. Puesto que para realizar este tipo de enfoque se necesitan píxeles dedicados en el sensor, se necesitan puntos AF específicos y por ello las cámaras réflex cuentan con un número de puntos de enfoque concreto que pueden variar desde tres hasta sesenta y uno o más.
Lo utilizan las cámaras sin espejo, compactas y teléfonos móviles, así como las réflex en modo de visión en vivo . Se realiza directamente en el sensor de la cámara. El motor del objetivo desplaza las lentes adelante y atrás para medir en cada momento el contraste entre píxeles cercanos de determinadas zonas. En el momento en que consiga el máximo contraste significará que los detalles han logrado la mayor nitidez posible, es decir, el mejor enfoque posible. Utilizando este sistema se puede enfocar en cualquier punto de la imagen aunque con mayor lentitud.
Cada vez resulta más habitual encontrar cámaras que combinan los dos sistemas en uno. Por ejemplo, colocando sensores de enfoque automático sobre el propio sensor de imagen. Al usar los dos métodos al mismo tiempo, se incrementa la velocidad del enfoque automático. No extrañaría que a medio y largo plazo éste se convirtiera en el método de enfoque más empleado.
Aunque optemos por el autofocus, existen varias configuraciones posibles que vamos a explicar a continuación para ayudarte a elegir.
La primera de ellas consistirá en decidir cómo queremos que trabaje el motor de enfoque, el dispositivo que se encarga de desplazar las lentes hasta que la imagen se vea nítida.
(One Shot en los modelos Canon). Este método se utiliza para fotografiar a sujetos estáticos. Al apretar levemente el botón de disparo el enfoque queda bloqueado en el punto elegido y podemos realizar la fotografía.
(Ai Servo en los modelos Canon). Resulta el método más apropiado para sujetos en movimiento. Mientras mantengamos pulsado el disparador, el foco seguirá los movimientos del sujeto manteniéndolo constantemente enfocado.
(Ai Focus en los modelos Canon). No todas las cámaras incorporan esta opción. Reconoce si el sujeto permanece estático o en movimiento y pasa de un modo a otro de forma automática. Se podría utilizar para sujetos de movimientos impredecibles como, por ejemplo, niños o mascotas.
A continuación deberemos decidir qué área del encuadre queremos que se vea nítida. Esta decisión es independiente del modo de AF y las opciones disponibles varían de unas cámaras a otras. En primer lugar encontraremos dos grandes opciones: área de enfoque automática o manual.
En el modo automático la cámara “adivinará” el punto al que se quiere enfocar. Habitualmente decide enfocar al sujeto más cercano o al que más área ocupa dentro del encuadre. Por esa razón no suele resultar recomendable ya que, con frecuencia, la intuición de la cámara y nuestro deseo no suelen coincidir.
Una vez que optamos por elegir nosotros mismos el punto de enfoque podemos ver a través del visor las diferentes regiones en las que resulta posible enfocar. Estas áreas se activan al presionar el obturador ligeramente y se puede pasar de una a otra moviendo el dial correspondiente.
Algunas cámaras permiten elegir una zona reducida. Dentro de ese área el enfoque se realiza de manera automática. Es decir, la cámara decide a qué punto enfocar dentro del área que hemos seleccionado.
Para enfocar a sujetos en movimiento resulta más sencillo elegir un área en vez de un punto, pues facilita el seguimiento de éste.
Dado que las posibilidades varían mucho de unas cámaras a otras, resulta muy recomendable leer el manual de instrucciones de nuestro modelo para conocer a fondo todas las posibilidades y la manera de pasar de una a otra.
Cada vez más cámaras incorporan seguimiento de rostros y ojos tanto de personas como de animales. Resulta una opción muy recomendable cuando vamos a tomar retratos. La cámara dispone de algoritmos de reconocimiento que, por regla general, funcionan muy bien y nos permiten afinar el enfoque aunque los sujetos se estén moviendo.
Algunas cámaras permiten, incluso, registrar rostros o dar prioridad a un ojo frente a otro.
Esta técnica consiste en elegir un punto cualquiera (normalmente el central) de los disponibles. Se hace coincidir con el punto de la escena que queremos que aparezca nítido y se mantiene el disparador pulsado hasta la mitad. A continuación se reencuadra para componer la escena según nuestro gusto y se dispara.
Esta técnica también resulta válida cuando el punto que deseamos enfocar se encuentra fuera de las regiones disponibles en nuestra cámara. Cuando cambiemos el encuadre hay que evitar mover el zoom o cambiar nuestra posición porque al variar la distancia al sujeto o la distancia focal se pierde el enfoque.
Otra manera de bloquear el foco consiste en utilizar cualquiera de los sistemas de AF para fijar la distancia al sujeto y pasar después a MF. Así evitamos que en el instante de tomar la foto la cámara intente buscar el foco.
Este sistema resulta especialmente útil en en fotografía nocturna y en fotografía de acción. En el primer caso por la dificultad de enfocar con luz escasa. En el segundo para agilizar la tarea de enfoque. y no perder el instante preciso.
En algunas circunstancias el foco automático resulta imposible: superficies lisas, demasiado brillantes o con luz escasa. En ese caso no quedará más remedio que utilizar el enfoque manual. Por supuesto, siempre que lo deseemos podemos desactivar el automatismo y utilizar el enfoque manual pero, suele resultar más lento, incómodo, y menos efectivo que el automático.
Por último, no olvides que todos los objetivos tienen una distancia mínima de enfoque (diferente para cada objetivo) por debajo de la cual resulta imposible enfocar, ni siquiera en modo manual. Este valor se indica en la ficha técnica correspondiente y, en la mayoría de los casos, serigrafiado en el propio objetivo.