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Si en nuestra anterior entrada hablamos de la importancia de los triángulos en la composición, hoy toca hablar de otras formas. En concreto, círculos y rectángulos.
Estas formas aparecen con menos frecuencia en las imágenes, pero si agudizamos la vista se pueden encontrar con facilidad. Igual que sucede con los triángulos, pueden mostrarse de manera evidente o implícita. Esta última resulta más interesante, pues obliga al espectador a componer y terminar de cerrar el círculo.
Los círculos se muestran sobre todo en la naturaleza. Resulta difícil encontrarlos cerrados y no se pueden insinuar con tanta facilidad como los triángulos. Sirven para ordenar elementos y conducir la vista hacia el interior.
Prestando atención, también se pueden encontrar formaciones circulares en obras humanas. Muchas veces basta cambiar el punto de vista para encontrar la forma deseada. De ese modo dotaremos a nuestra composición de movimiento y dinamismo.
Los rectángulos sugieren gravedad, solidez, precisión, formalidad y estatismo. Por eso funcionan bien en composiciones donde se busque el equilibrio y la simetría.
Al contrario que los círculos, aparecen con mayor frecuencia en las obras realizadas por el ser humano. En la naturaleza resulta mucho más complicado encontrarlas porque, como decía Antoni Gaudí: «La recta es del hombre, la curva es de Dios».
Sus formas se corresponden con las del encuadre, por eso se prestan a ser alineadas con este de tal manera que, si no se ordenan, produce distorsiones y formas trapezoidales que provocan el efecto opuesto. Para evitarlo, al fotografiar formas rectangulares conviene nivelar la cámara y situarla completamente perpendicular al objeto a fotografiar.