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Llevamos varias semanas hablando de la utilización del color en la fotografía. Ha llegado el momento de dedicarle unos párrafos a una técnica muy apreciada entre muchos aficionados y profesionales: la fotografía en blanco y negro.
La fotografía en blanco y negro comenzó como un requisito técnico. Si bien la primera fotografía en color data de 1861, hasta los años setenta del siglo XX no se popularizó. Por lo tanto, hasta ese momento no había muchas posibilidades de elegir y todos los fotógrafos utilizaban el blanco y negro. Resultaba mucho más barato, se podía revelar en casa, los periódicos no imprimían en color…
Sin embargo, a pesar de que en los setenta, –con el auge de las revistas en color, sobre todo– comenzaron a tomarse mayor cantidad de fotografías en color, muchos fotógrafos prefirieron seguir realizando fotografía en blanco y negro.
Varios motivos causan esta decisión, pero quizá el más acertado responda a la necesidad de huida de la realidad que supone la ausencia de color. Es decir, si entendemos que una fotografía representa la realidad, pero no es la realidad, cuando falta el color nos alejamos aún más de esta objetividad. La imagen gana en abstracción y se otorga al espectador mayor capacidad para interpretarla.
El blanco y negro, al evitar la distracción del color, consigue que el espectador se concentre más en la textura, el volumen y la forma. En los retratos, por ejemplo, destaca la situación, la emoción y las relaciones.
Si se trabaja con cámara analógica la decisión de tomar fotografías en blanco y negro debe tomarse en el momento de cargar la cámara con la película. En fotografía digital el proceso difiere ligeramente.
Por una parte, podemos configurar nuestra cámara para que guarde los archivos en monocromo, aplicando la configuración adecuada a nuestro gusto en cuanto a nitidez, contraste o tinte.
Las cámaras digitales también permiten emular los filtros de color más habituales en la fotografía analógica: amarillo, naranja, rojo, azul y verde en función del efecto deseado: amarillo, naranja o rojo para intensificar los azules del cielo, azul para intensificar las partículas de la atmósfera o verde para oscurecer piel.
También tenemos la opción de guardar los archivos en RAW y en el momento de procesar la imagen darle el aspecto que más se acerque a nuestros gustos o intención.
Si guardamos la imagen en RAW+JPEG, podemos previsualizar el resultado en blanco y negro, pero conservamos el archivo original con toda la información de color para procesar posteriormente la imagen a nuestro gusto.
En cualquier caso, elijamos una fórmula u otra, obtendremos mejores resultados si imaginamos la fotografía en blanco y negro durante la toma. De este modo evitaremos que elementos que se distinguen bien en color, se anulen mutuamente en escala de grises. Además, mejorará nuestra composición al poder dar énfasis a los elementos deseados en función de su luminosidad y contraste.
En cierto modo, componer fotografías en blanco y negro puede resultar más sencillo que en color porque eliminamos una de las variantes. No obstante, surgen otros problemas diferentes que no debemos menospreciar, ya que el color complica, pero también ayuda a separar elementos.
Hay que cuidar que no coincidan tonos similares porque podrían confundirse. Por ejemplo, una persona de rojo en un prado verde destacará en una fotografía en color, pero pasará inadvertida en blanco y negro porque los tonos de gris no contrastan entre sí. Este problema se soluciona con entrenamiento, aprendiendo a imaginar como se ven los diferentes colores cuando desaparece la saturación.
Por eso, trabajaremos el encuadre olvidando el color de los sujetos y pensando únicamente en la luz, en las formas, en las texturas. Las cámaras sin espejo ayudan para este fin, pues permiten visualizar el resultado sin tener que imaginarlo.
Para componer una fotografía en blanco y negro observaremos la incidencia de la luz sobre los sujetos a fotografiar, pues al eliminar el color de la imagen sólo quedan luces y sombras. En este sentido, hay que cuidar que no aparezcan destellos indeseados que en color podrían pasar inadvertidos mientras que en blanco y negro se convierten en una llamada de atención indeseada.
Debemos aprender a diferenciar la luz de las sombras con sus correspondientes tonos de gris. Una persona morena, por ejemplo, en una zona con sombra se confundirá con el fondo, por lo que buscaremos que tenga luz detrás para separla.
Los elementos gráficos suponen una base importante del diseño en la fotografía en blanco y negro por lo que buscaremos composiciones que los incluyan.
Las fotografías en blanco y negro muy contrastadas resultan popularmente atractivas, sin embargo, incluir un amplio rango dinámico con detalle en sombras, luces y todos los tonos de gris confiere volumen a la fotografía.
Para conseguir este amplio rango dinámico, el conocido paisajista estadounidense Ansel Adams desarrolló su «sistema de zonas». Aunque en el momento en que escribió su teoría sólo existía la película fotográfica, gran parte de sus explicaciones siguen resultando útiles en la fotografía digital.