El espacio libre que rodea al sujeto influye tanto sobre éste como el espacio ocupado. Por eso, tanto si nuestra fotografía contiene un elemento único como si está compuesta por varios, hay que decidir en qué posición del encuadre se coloca para que armonice con el espacio que le rodea.
Si bien una primera intención nos lleva a colocar al sujeto en el centro de la imagen, en la mayoría de los casos no resulta la decisión más acertada. En primer lugar porque resulta predecible y, por tanto, carente de interés. En segundo, porque resulta muy estable y, en consecuencia, carente de tensión dinámica.