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Seguimos repasando los atributos de la luz. Tras hablar de dirección e intensidad, hoy hablamos de calidad de la luz. O, lo que es lo mismo, dureza de la luz.
Así, hablamos de luz suave o luz dura. Aunque te resulte curioso, para averiguar qué calidad de luz emite la fuente que usamos, debemos fijarnos en las sombras; para ser más exactos, en la transición entre luz y sombra.
Decimos que tenemos una luz suave cuando hay una amplia transición entre la zona iluminada y la sombra. Este tipo de iluminación reduce el contraste, la saturación y suaviza las texturas. Por ello resulta interesante para retratos, ya que minimiza los poros de la piel.
Luz dura, por el contrario, sería aquella en que la sombra traza una línea marcada que produce un contraste brusco. Por este aumento de contraste se produce un efecto de dramatismo. También satura los colores y muestra mejor la textura de los objetos.
Para controlar la calidad o dureza de la luz hay que tener en cuenta el tamaño relativo de la fuente con respecto al sujeto. Cuanto mayor sea la fuente de luz, más suave será esta. Si, por el contrario, reducimos el tamaño de la fuente, se endurecerá la luz.
Si no podemos cambiar el tamaño de la fuente, aumentar la distancia reduce el tamaño relativo y, por tanto, endurece la luz. Este fenómeno puede dar lugar a confusión pues, dado que al aumentar la distancia se reduce la intensidad y, por tanto, llega menos cantidad de luz, parece que se suaviza. En realidad se endurece.
Para comprenderlo mejor, basta acordarse del sol, que en verano produce sombras más duras porque está más alejado de la tierra y, por tanto, su tamaño relativo se reduce, mientras que en invierno produce sombras suaves porque se aproxima y así y su tamaño relativo aumenta.
Si trabajamos con luz artificial y queremos alejar la fuente de luz manteniendo la intensidad, habrá que aumentar la potencia proporcionalmente teniendo en cuenta la mencionada ley de la inversa de los cuadrados.
Cuando alejamos de este modo la fuente también aumenta la cobertura de la misma. Es decir, la superficie que ilumina.
También se puede cambiar la cobertura de la luz utilizando modificadores. Es decir, accesorios que se colocan delante de la luz para alterar las características de ésta. Estos modificadores, al difundir la luz consiguen dispersar los rayos y, por tanto, aumentar su cobertura.
Los modificadores no sólo se pueden usar con luz artificial. Una cortina de tela delante de una ventana, por ejemplo, modifica la luz del sol difundiéndola y ampliando la cobertura.
En este sentido, podemos hablar de:
La producida por la propia fuente sin ningún tipo de elemento que la separe del sujeto. Crea contrastes muy marcados con poca transición entre luces y sombras.
Afecta al volumen y a los colores, de tal manera que pueden perder intensidad en las zonas de mayor luz. En las zonas de sombra los detalles pueden perderse.
Las nubes, una cortina o accesorios específicos expanden la luz y consiguen así crear volumen, aumentar la transición entre luces y sombras y conservar la uniformidad de los colores.