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Seguimos repasando las propiedades de la luz. En capítulos anteriores hablamos de dirección, intensidad y calidad. Terminamos hoy con la cuarta propiedad: el color de la luz.
Como ya explicamos cuando hablamos de temperatura de color, las fuentes de iluminación emiten todas longitudes de onda para que veamos el blanco pero los objetos absorben determinadas longitudes reflejando otras y de esta manera percibimos los colores.
Por otra parte, la composición de esta luz blanca varía en función de la fuente luminosa que produzca esa luz. Así, la luz de una vela es cálida mientras que en un día despejado y a la sombra toda la luz procede del cielo azul y produce una iluminación azulada.
Estas variaciones, conocidas como «temperatura de color» se aprecian también según la altura del sol. Cuando está próximo al horizonte, la dispersión y la absorción bloquean casi toda la radiación azul por lo que al amanecer y al atardecer la luz es más rojiza.
Al mismo tiempo, si el haz de luz atraviesa una superficie traslúcida con un color determinado, se propagará adquiriendo este color. Este principio nos será de gran utilidad para aplicar a nuestros esquemas de iluminación.
Así, veremos que podemos utilizar filtros coloreados tanto para corregir las dominantes de color producidas por las distintas temperaturas de color como para generar efectos creativos que proporcionen un carácter determinado a nuestra fotografía.