Llámanos: 910088826
Correo electrónico:
estudio@fotoefe.es
La dirección de tu empresa
Plaza Pablo Picasso, 2. Rivas-Vaciamadrid
Muchos fotógrafos defienden a capa y espada la luz natural. No vamos a contradecir esta afición, aunque se podría matizar mucho. No obstante, para aprovechar la luz natural tenemos que aprender a observar y sacar partido de las condiciones existentes.
Antes de nada hay que pensar qué vamos a fotografiar. Si vamos se trata de un paisaje, debemos estudiar el recorrido del sol a lo largo del día y en épocas diferentes del año. Si queremos fotografiar un sujeto, tendremos que decidir si nos interesa destacar su forma, textura, color o detalle y, en función de esto, actuar.
No podemos cambiar la posición del sol. Sin embargo, sí podemos elegir la exposición, el ángulo de toma o utilizar difusores, reflectores o luz de relleno para influir sobre la imagen final.
También podemos escoger la dirección y la calidad de luz que más convenga al sujeto buscando moviéndonos alrededor del sujeto para estudiar las sombras y observar cómo le afecta la luz.
La luz solar de un día despejado es muy dura. Las sombras tienen bordes muy marcados y son muy oscuras, llegando a adquirir más importancia que el objeto que las arroja. Recuerda que, dado que la fotografía sólo tiene dos dimensiones, las sombras se comportan como un objeto más y has de tenerlo en cuenta para componer.
Esta luz dura resulta excelente para mostrar texturas, formas o para crear ritmo. Sin embargo, reduce el detalle y puede hacer que las zonas de luces y de sombras aparezcan planas, por lo que hay que tener mucho cuidado.
Cuando el sol atraviesa las nubes o se refleja en una superficie clara la luz se dispersa y, por tanto, se suaviza y aumenta su cobertura. Entonces obtenemos una iluminación general con las sombras más inadvertidas debido a sus bordes difuminados. El bajo contraste facilita la reproducción del aspecto redondeado de los objetos y los colores se ven más saturados y brillantes.
Resulta adecuada para temas complicados y retratos que con luz dura quedarían confusos por las sombras.
Si, con suerte, aparecen pequeños claros entre las nubes que dejan pasar algún rayo de sol, debemos aprovechar para crear efectos espectaculares sobre el objeto.
Cuando queramos una luz difusa y no haya nubes, podemos interponer algo entre el sol y el motivo. En el mercado existen difusores, pero también podemos utilizar papel traslúcido, tela fina blanca, una sombrilla, un edificio o un árbol cercano.
Otra manera de reducir el contraste puede ser utilizar reflectores para compensar las sombras. Estos pueden ser desde accesorios fotográficos disponibles en el mercado –conocidos como 5 en 1 por contar con un difusor y cuatro reflectores– hasta un simple espejo de bolsillo, papel de aluminio de cocina o cualquier otro elemento que imaginemos y tengamos en casa.
La dirección de la luz cambia a lo largo del día y con las estaciones. En el verano el sol describe un arco mucho más amplio que durante el invierno y sale y se pone en puntos del horizonte más alejados.
Se conoce como hora dorada el momento en que el sol está próximo al horizonte, tanto al amanecer como el atardecer. En este momento las sombras se alargan y se suavizan, los colores se reavivan y se intensifican las texturas. Suele durar unos cincuenta minutos y resulta idónea para todo tipo de fotos, especialmente retratos y paisajes.
Llamamos hora azul a los diez minutos aproximados que transcurren justo antes de que salga el sol o cuando acaba de ponerse. Aunque ya se encuentra por debajo del horizonte, todavía emite bastante luz. Además, en ese preciso instante se encienden los alumbrados públicos, por lo que es un momento idóneo para fotografiar paisaje urbano, arquitectura y monumentos. Si bien puede parecer que el cielo está oscuro, la cámara captará esa luz durante una exposición larga dejando al sujeto principal en un fondo azul oscuro.
En estas horas el color de la luz cambia rápidamente, pero resultan los más apropiados para obtener tomas interesantes. Más aún si se añade la neblina que, como hemos dicho, dispersa la luz.
Pasado el momento del crepúsculo, el cielo ennegrece, por lo que si queremos fotografiar la luna en contexto, resulta preferible la hora azul a la noche ya que, de este modo, habrá menos contraste entre la fuente luminosa que es la luna y el fondo.
El clima influye en la calidad de la luz. En climas templados el vapor de la atmósfera suaviza la luz, efecto que se aprecia más al amanecer y al atardecer, cuando debe atravesar una parte de la atmósfera mayor que en otro momento.